De gloria en gloria
Dr. Roberto Miranda(Audio: Español)
RESUMEN:
En Segunda de Corintios, capítulo 3, Pablo habla de dos tipos de cristianos: uno que se conforma con la religión y los rituales antiguos, y otro que está siempre en perpetuo crecimiento y renovación espiritual. El pueblo judío se embotó en su entendimiento y prefirió quedarse en el antiguo pacto en vez de aceptar la revelación fresca de Dios a través de Cristo Jesús. Dios quiere que vivamos en continuo proceso de descubrimiento de nuevas facetas de Él, de sanación de nuestras heridas del pasado, de renovación de nuestro espíritu y carácter. La vida cristiana es una jornada de crecimiento y de ir de gloria en gloria.
La vida cristiana es un proceso constante de conocer a Dios y descubrir nuevas capas del Espíritu Santo. Dios quiere sanarnos, renovarnos y revelarse a nosotros. Debemos mantenernos hambrientos y tener un apetito por conocer más de Él. Podemos visualizar a Cristo en nuestra mente y renovar la imagen de Jesús en nuestra vida. A veces, el proceso de crecimiento puede ser doloroso, pero es necesario para dar a luz a la nueva vida del espíritu. Debemos confiar en Dios como un cirujano perfecto y dejar que Él nos transforme para ser más como Cristo. La meditación en Cristo debe ser el enfoque de nuestra vida.
El orador alienta a los oyentes a confiar en Dios y permitir que Él los transforme, incluso si eso significa pasar por procesos difíciles. Él enfatiza que la vida cristiana no es una serie de rituales vacíos, sino una aventura emocionante donde debemos buscar constantemente la gloria de Dios y estar dispuestos a cambiar. El orador termina con una oración para que Dios trabaje en nuestras vidas y nos lleve a nuevas revelaciones de Su gloria.Quiero ir a la segunda carta de Pablo a los corintios. Segunda de Corintios, capítulo 3. Y quiero hablar acerca de cómo vivir en avivamiento, cómo vivir en perpetuo avivamiento y renovación, cómo vivir una vida de continuo crecimiento y desarrollo espiritual. Y el Señor trajo a mi mente los versículos sobre todo del 14 al 18 de Segunda de Corintios, capítulo 3. Usted puede usar este texto para su estudio esta semana. Úselo como un punto de partida para su propia reflexión porque tiene tanta carne, tanta buena nutrición que se presta para muchos sermones. Pero el versículo 18 sobre todo, es un buen punto de partida y ahora mismo Padre, renueva mis fuerzas, renueva mi ánimo, renueva mi intimidad con tu palabra y con este sermón y hazlo fresco en mí, como si fuera la primera vez que lo predico, Padre, que pueda ser de bendición a mis hermanos y mis hermanas esta tarde en el nombre de Jesús. Amén, amén.
El versículo 18, Pablo dice, “Por tanto, nosotros todos – eso quiere decir tu, todos los que estamos acá, León de Judá, los que están cerca, los que están lejos, como iglesia – nosotros todos mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria.” Digamos eso de nuevo, de gloria en gloria. Amén. “… de gloria en gloria en la misma imagen del Señor como por el espíritu del Señor.” Antes de eso Pablo ha estado hablando del pueblo hebreo. Dice en el versículo 14, “Por el entendimiento de ellos, - de los judíos que no recibieron a Cristo cuando vino en su forma humana divina, - el entendimiento de ellos se embotó.” Embotarse quiere decir que no puede cortar más, una navaja, un filo que se embota ya no es capaz de seguir cortando, se pone boto. “… se embotó porque hasta el día de hoy,” dice Pablo en el momento en el que él está hablando, “cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto.” Y él se está refiriendo a cuando Moisés estuvo 40 días y 40 noches ante la presencia de Dios en el monte y estuvo en tanta intimidad con Dios que la gloria de Dios se le transfirió a él, su rostro. Y cuando él bajó él no se daba cuenta, cuando él bajó a tener interacción con el pueblo, no se daba cuenta de que la gloria de Dios se había traspasado a él. Y entonces su rostro estaba brillando con la misma gloria shekinah de Jehová y el pueblo se aterrorizó de ver esa gloria de Dios en este hombre cuyo rostro brillaba como el bronce. Y Moisés tuvo que ponerse un velo que encubriera su cara para no asustar al pueblo. Y la idea era como que de momento la gloria de Dios quedó interrumpida por ese velo y el pueblo no lo podía ver porque no podían soportar esa gloria divina.